– ¿Cómo nace tu proyecto musical?
Tengo un bagaje mestizo entre cantante de música moderna, compositora, pedagoga y creadora de performance. De hecho, esta última faceta se empezó a incorporar de forma muy fluida todas las demás: con mi compañía Convex, en Inglaterra, creaba diferentes tipos de experiencias sonoras site-specific al aire libre por las que componía la música, participaba como cantante ya menudo dirigía talleres participativos de co-creación con comunidades locales. Nuestra primera performance fue un audio-walk por un túnel bajo el río Támesis. Esta pieza incorporaba sonidos grabados del entorno, de fuera del túnel, y diría que fue la primera vez que grabé sonidos naturales, en 2018. Nuestras primeras performances trataban sobre la defensa de los espacios públicos y de lo que forma parte del bien común, y poco a poco fueron focalizándose en los derechos de la naturaleza y en cómo podemos empatizar con entidades naturales, aprendiendo sobre todo de cómo se relacionan con la naturaleza las comunidades indígenas. Nuestra performance Thalweg reunió a comunidades maorí, hindu y colombiana residentes en Londres en un paseo sonoro junto al Támesis que sumerge a los participantes en una meditación cantada y caminata que empatiza con su manera de relacionarse con los ríos, muy centradas en el cuidado, la adoración, los rituales, y también en la lucha activista hasta el punto de conseguir personalidad jurídica para sus ríos. Durante la pandemia me dediqué a componer y producir canciones que conformarían mi primer disco Krëodylia (Microscopio, 2021), donde también introduje grabaciones de sonidos naturales, desde pájaros grabados en Tailandia hasta sonidos de un parque de Londres, flamencos del Delta o sonidos de piedras de Ulldecona, mi pueblo natal. A partir de ahí quise adentrarme más con el mundo de la grabación sonora de la naturaleza y cómo podía trabajar con estos materiales en mis creaciones musicales y performativas, que tienen por objetivo en que el oyente pueda empatizar con la naturaleza y relacionarse con ellos desde otro lugar. Becada por Arts Council England, el pasado octubre fui a Islandia a realizar grabaciones sonoras de los glaciares aprendiendo técnicas especializadas de grabación y procesamiento sonoro con el productor y artista sonoro Francesco Fabris. Aprendí muchísimo de esta experiencia, fue profundamente transformadora y enriquecedora. Ahora, con la beca del Observatorio del Patrimonio Sonoro en Menorca, tengo el nuevo reto de realizar un proyecto de grabación sonora de manera individual, y de tener una composición musical acabada a partir de estos materiales. Podré aplicar lo que he aprendido en Islandia -proyecto con el que voy trabajando poco a poco- y me motiva muchísimo.
– ¿Qué es, para ti, patrimonio sonoro?
Mi primer single, Fleeting Light, habla justamente de los sonidos de la naturaleza que van desapareciendo debido a la pérdida de biodiversidad. Fui consciente de que esto estaba ocurriendo cuando leí La gran orquesta animal de Bernie Krausse. El patrimonio sonoro lo conforman todos aquellos sonidos naturales, y también sociales, que nos rodean y que forman parte de los rasgos característicos de un determinado sitio, en un determinado momento en la historia. El patrimonio sonoro nos ayuda a ser conscientes de lo que nos rodea y también de su fragilidad. En cierto modo, captar un sonido es cómo captar una fotografía. Podrá haber semejantes, pero esa fotografía es única de ese momento y de ese lugar. Y quizá al cabo de los años sea complicado tomar una fotografía parecida porque el lugar y quienes lo habitan habrán cambiado drásticamente. Además, el sonido nos proporciona muchas veces información invisible a los ojos. Quizás no vemos un ruiseñor escondido entre las ramas de un árbol, pero sabemos que está ahí para que lo escuchemos. Y puede que no le escuchemos siempre, o incluso puede que nuestros nietos no lo lleguen a escuchar nunca. Por eso también es importantísimo el patrimonio sonoro, para prestar atención a los sonidos que nos rodean aquí y ahora, hacer lo posible por conservarlos y trasladarlos a las futuras generaciones.
-¿Qué esperas de la residencia artística? ¿Qué te gustaría investigar?
Inspirada en lecturas de Donna Haraway y David Abram, estoy interesada en crear situaciones de diálogo y colaboración interespecie. Espero empatizar con el ecosistema, situarme como una voz más del paisaje sonoro, encontrar maneras afables y respetuosas de estar presente con otras especies. En esta residencia, me centro en los humedales y especialmente en las aves. Recientemente escuché una entrevista con el cantante de folk Sam Lee, que canta y crea canciones en colaboración con rebozuelos. Anoche grabé una interacción vocal con un piernas-largas en las salinas. Quiero recuperar un poco de salvaje en mi experiencia humana y creo que Menorca es un lugar ideal para perderse e integrarse en la naturaleza, encontrando acciones respetuosas que que conectan con lo ancestral y con nuestro lado salvaje.
-¿Cuál es el sonido que más te inspira?
Los sonidos del agua, y por extensión todo lo que se vincula o relaciona con ellos.
-¿Cuál es tu conexión con la naturaleza?
Después de vivir seis años en Londres, hace un año que he vuelto a vivir a mi pueblo natal, Ulldecona, en la zona del Delta del Ebro. Con mi compañero y unos amigos cultivamos un huerto en una finca que era de mi abuelo, aprendemos técnicas de permacultura y participamos en un banco de semillas autóctonas. Siempre he tenido una parte muy intelectual, pero ahora me parece casi urgente aprender a hacer cosas prácticas, útiles para vivir. También me gusta muchísimo relacionarme con el agua, a través de actividades como body board surf.
-¿Cuál es tu vinculación con Menorca?
Sólo había estado en Menorca anteriormente para dar un concierto en el Teatro Principal de Maó con los Barcelona Gospel Messengers, el año 2014. Para mí es todo un paisaje nuevo. Se albufera del grado y las zonas húmedas de Menorca me atrajo por su similitud con el Delta del Ebro como ecosistemas que son casa de aves migratorias. Todos los humedales del Mediterráneo pueden tener retos similares respecto al cambio climático y por eso me pareció un punto interesante a investigar. De hecho leí que hay flamencos que normalmente paraban en el Delta del Ebro que este año han estacionado en Menorca porque en el Delta no habían encontrado suficiente comida. Creo que es interesante mirar los fenómenos de manera global e interrelacional, lo que ocurre en un sitio, afecta, de rebote, a otro.
-¿Recuerdas algún momento único vinculado con el sonido natural? Cuéntanos.
Me viene a la cabeza uno de los momentos grabando los glaciares de Islandia. Era el segundo día de grabación y era la primera vez que poníamos el hidrófono en la laguna que se forma delante del glaciar, resultando del hielo que se ha deshecho. Desde fuera no se escuchaba nada, y todo lo que se veía era una laguna en calma. Al escuchar los sonidos que captaba el hidrófono, la sorpresa fue máxima: bajo el agua parecía haber una selva con pájaros e insectos, y algunos sonidos parecían besos largos. Eran pequeños bloques de hielo deshaciéndose. Con esta grabación he quedado finalista en los premios de la BBC Sound of The Year Awards.
-Por último, ¿qué mensaje darías a las generaciones futuras para concienciar sobre la importancia del patrimonio sonoro?
Nuestro futuro depende de que sepamos escuchar a la naturaleza. Debemos volver a vivir de forma más empática y armoniosa con ella. Debemos aprender a sentirnos en parte como si fuera una extensión del propio cuerpo. De hecho lo es: no podemos vivir como individuos sin un entorno en el que respirar y utilizar los sentidos. Creo que en los últimos cincuenta años hemos perdido toda una sabiduría de conexión con la tierra a recuperar. Yo misma hace relativamente poco que sé, por ejemplo, que el ruiseñor canta de noche. ¿Cómo puede ser? Si está cada primavera desde hace años y generaciones. Estaba allí pero no le escuchaba, no le prestaba atención. Debemos detenernos a escuchar para saber apreciar lo que nos rodea. A su vez, este escuchar la naturaleza nos proporcionará bienestar y salud.